martes, 20 de septiembre de 2016

El mundo de luto... Anyelina Yolí se quiere separar de Brad Pito... ¿Adónde vamos a ir a parar?

domingo, 17 de abril de 2016

¿Hacia dónde va la Argentina de Cambiemos?

¿Hacia dónde va la Argentina de Cambiemos? por Sergio Federico

Hablemos de hechos económicos, de la política económica implementada por el
inédito gobierno de la alianza radical-PRO-etc. Aquí un apunte político: es el primer
gobierno declarado abiertamente de derecha neoliberal (recordemos que el de
Menem estaba disfrazado de peronismo y ganó con falsas promesas de
“revolución productiva”), electo democráticamente por el 51% de los sufragios, por
el controvertido sistema de “ballotage”.
Con la velocidad de un tifón, el gobierno implementó una serie de medidas
económicas que dejaron sin aliento ni capacidad de reacción a una dirigencia
opositora golpeada por la derrota y quasi dormida, a la que parece no conmover ni
la movilización popular de sus propias bases.
Mediante el uso exagerado de D.N.U.s (decretos de necesidad y urgencia) y otras
herramientas, se produjo simultáneamente una fuerte devaluación del peso del
40% y la eliminación de las retenciones a las exportaciones cerealeras (salvo la
soja que fue reducida, pero aún continúa) y a la minería. Nunca antes en la historia
económica argentina se tomaron ambas medidas al mismo tiempo, porque apuntan
a un grave desfinanciamiento del Estado nacional e implican una enorme
transferencia de recursos hacia los grandes pooles concentrados de las industrias
agrícola y minera, al tiempo que se deterioran los salarios por efecto de la inflación
y se redireccionan los recursos destinados a la seguridad social hacia los grandes
capitales.
Sin explicitar nunca un auténtico plan económico, se implementan medidas
aparentemente inconexas para el público desprevenido, pero que ya son
conocidas y de vieja data para los argentinos. El Banco Central, capitaneado por
Federico Sturzenegger, trata de evitar la suba descontrolada del billete verde y
“secar de pesos” el mercado mediante la suba de las tasas de interés y la emisión
de LEBACS (Letras del Banco Central) que abonan un sideral 38% y que
representan un significativo endeudamiento del Estado al corto plazo, mucho
mayor del producido por Cristina-Vanoli con la venta del dólar futuro. Esto hiere de
muerte a las PyMes que necesitan créditos para invertir en insumos y bienes para
la producción, y al mismo tiempo alientan a los capitalistas a jugar a la ya conocida
“timba o bicicleta financiera”, totalmente improductiva y nefasta para la economía
de cualquier país del mundo.
Contrariamente a los desvelos que confiesa públicamente el presidente en sus
breves y vacilantes discursos, esto es la inflación y la creación de empleo, sus
medidas apuntan a destartalar el mercado interno, a “enfriar” la economía según la
receta liberal más ortodoxa. Junto con el “sinceramiento” sin anestesia de los
servicios públicos, subvencionados indiscriminadamente por el gobierno del FPV
(Frente para la Victoria), la suba de precios observada en toda cadena posible de
productos, aumento de combustibles, sumado al despido masivo de empleados
públicos y privados y el intento de embretar las paritarias en no más de un 20/25%
con la complicidad de la eterna burocracia sindical, dan como resultado un notable deterioro del poder adquisitivo de los salarios de aquellos que aún conservan su
puesto de trabajo. Mientras tanto, el CEO de Trabajo, Jorge Triaca (hijo), asume
como algo natural la “modernización” del Estado, reduciendo el personal de su
propio ministerio, simbolizando así la pasividad que asumirá su cartera frente a los
despidos indiscriminados tanto públicos como privados, que sumados ya superan
los 120 mil en todo el país y todo indica que esta política continuará.
No hay que ser licenciado en Economía, ni Contador Público para observar las
implicancias de lo antedicho, basta con ir al supermercado o a la carnicería. A
medida que el enflaquecimiento de los bolsillos contrae el consumo, los
comerciantes padecen la irremediable caída de las ventas, a lo que se suman
siderales facturas de servicios públicos que redundan, en muchos casos, en cierre
de locales y despido de empleados; hasta el mismo comerciante será un nuevo
desocupado o con suerte un asalariado más. Va de suyo que los productores, a su
vez, mermarán sus ventas, reducirán la producción y sumarán más mano de obra
al ejército de desocupados, condición “sine qua non” para el funcionamiento del
sistema capitalista. Aunque por el momento continúa la escalada inflacionaria y
remarcatoria, impulsada por las grandes cadenas supermercadistas, dicha caída
de consumo generará lógicamente, a mediano plazo, la baja de precios con grave
peligro de deflación.
Ni hablar de la muy posible apertura de las importaciones, que de producirse de
manera indiscriminada (estilo 90's), sería el certificado de defunción de la siempre
incipiente y escasa industria argentina, que a los tumbos y siempre a la sombra de
la actividad agropecuaria, nunca logró recuperar los niveles de los años 60/70,
previos a la crisis petrolera de 1973. Entonces habrá muchas persianas bajas y
ollas populares, pero podremos degustar galletitas importadas de Dinamarca o
comprarnos paraguas taiwaneses.
Otra alternativa hubiese sido el control estatal de la cadena de valor de la
producción, estableciendo una ganancia razonable para los empresarios, evitando
la recurrente manía de remarcar una y otra vez “por las dudas”. Pero esto hubiese
significado traicionar el criterio liberal del equilibrio del mercado mediante el
intervencionismo y se optó por la antigua variante de reducir salarios por la via ya
mencionada de la devaluación. Fácil y rápido, pero con un costo elevado y muy
riesgoso porque conduce directamente a exacerbar la conflictividad social y a
profundizar las contradicciones de clase que supuestamente se deberían morigerar
por medio de la acción de un Estado árbitro. Sin embargo, ahora se apuesta a que
el mercado regule todo mágicamente, equilibrando las variables como lo soñaban
Adam Smith y David Ricardo.
Sorprende la candidez de los funcionarios del Ministerio de Hacienda, que
esperan que se produzcan inversiones de capitales extranjeros seducidos por la
confianza generada por una Argentina respetuosa de las reglas fondomonetaristas
del Primer Mundo y pagadora de deudas usurarias e ilegítimas que la “inserten” en
el mercado de capitales. En caso que se produzca la esperada lluvia de dólares,
cabe preguntarse qué forma adoptarían dichas inversiones, ¿serían para producir y
generar empleo y riqueza genuina? Si fuese así, ¿bajo qué condiciones? ¿O serán inversiones especulativas golondrina que acentuarán el endeudamiento público y
la fuga de capitales que como se sabe, corren paralelos y los termina pagando el
conjunto de la sociedad? Tampoco hay que perder de vista la crisis mundial en la
que estamos inmersos, que redujo el precio de los “commodities” (producciones
primarias tales como las agropecuarias, las petroleras, etc.), a valores
históricamente ínfimos y a la sed de liquidez de Estados Unidos, con su déficit
fiscal crónico y elefantiásico, que sube la tasa de interés medio punto y recepciona
dólares a paladas de todo el planeta.
También es “naif” (igual que el gobierno anterior), al apelar a la responsabilidad
empresaria de una supuesta burguesía nacional comprometida con los colores
patrios que defienda los intereses nacionales en tándem con los criterios de bien
común. ¿Hace falta aclarar que los grandes capitales NO tienen patria y que su
única motivación es la maximización de la ganancia a como dé lugar? ¿Cómo se
puede pretender que vengan inversiones externas cuando no pueden lograr que
inviertan los capitalistas locales? Para muestra baste decir que los grandes pooles
sojeros no liquidaron las exportaciones que le prometieron a Macri-Pratt Gay, aún
con devaluación y excención de retenciones mediante, porque les parece que el
dólar sigue barato y si por ellos fuera, el verde debería estar a 20 ó 30 pesos para
juntarla con pala.
Conciente de los monstruos que está produciendo, el gobierno no se atreve a
tocar, por el momento, ciertos derechos sociales adquiridos durante la pasada
década y que los sectores vulnerables ya asumen como propios y que forman
parte de su endeble previsibilidad económica, llámese AUH (Asignación universal
por hijo), subsidio por estudio, etc. A lo que suma medidas de dudosa efectividad
tales como la devolución del IVA a jubilados, o la extensión de la AUH a los
monotributistas, paliativos que dejan afuera a los trabajadores víctimas del trabajo
en negro. Dicho sea de paso, la precarización laboral SÍ es una herencia recibida,
que el gobierno anterior no logró revertir de manera significativa.
Desfinanciación del Estado, inflación sostenida, caída del mercado interno, fuga
de capitales, tasas de interés usurarias, baja de la producción industrial, crisis
global, bajos precios internacionales de commodities, endeudamiento externo,
creciente desocupación sin perspectivas de creación de empleo genuino,
conflictividad social. Ante este panorama es lícito pensar que el camino de la
recesión está allanado y sin obstáculo alguno nos conducirá a una nueva y honda
crisis económico-social, a menos que la alianza gobernante recupere cierta
razonabilidad capitalista, morigerando la ley de la selva. Aunque sea como
mecanismo de defensa del propio gobierno que, al paso que va, pronto se verá
jaqueado por los excluídos de este modelo.

Sergio Federico
Lomas de Zamora, abril 17 de 2016.

martes, 19 de enero de 2016

Bueno, el Gerente de la Nación ha RESOLBIDO meter a los zorros en el gallinero.

¿Zorros cuidando a las gallinas?

Algunos dicen que hay que esperar, que recién asume. ¿Esperar qué? ¿No es evidente? Vaaamos...

martes, 5 de noviembre de 2013

Otro loco a los tiros... 

En EE.UU. es constitucional armarse para la defensa de la Patria. O sea, los ciudadanos tienen derecho a comprar las armas y municiones que se les cante en cualquier kiosko o Walmart (Coto creo que no hay). También pueden comprar la falopa habida y por haber y escabiarse a morir, lo que produce un cóctel alarmante, esto sumado a la psicosis cuasi colectiva que vive ese país debido a "supuestos ataques terroristas", crisis económica, stress endémico, etc, etc.
El resultado es que día por medio a alguno de estos chiflados se le termina de saltar la chaveta y la emprende a los balazos en cualquier lugar público, amasijando gente al azar... porque sí nomás.
¿Y el gobierno no hace nada? NO. No hace nada, por más que Obama (la ex esperanza negra), se llene la boca de hipocresías, hablando en contra de la portación y compra de ametralladoras, pistolas y obuses. ¿Por qué? Porque la industria armamentística y la platita son más importantes que la vida humana. Así de simple. 

viernes, 17 de agosto de 2012

Adiós de chocolate


Ciudad Babilonia amaneció cubierta de niebla, coincidiendo con el comienzo de un otoño incierto. Las hojas moribundas goteaban un rocío perenne y frío que mojaba con impertinencia cabezas de transeúntes, todos ellos enfrascados en pensamientos que bien podían ser continuaciones de sueños nocturnos. El típico caos vehicular hacía que cruzar una simple calle, fuera un derroche de adrenalina, mientras los conductores mascullaban insultos y soñaban con la tarde del próximo viernes.

Vos, como todos los días, te encaminaste silenciosamente hacia la estación de ferrocarril, con tu impermeable gris y el maletín de sucedáneo de cuero. Tu costumbre de salir temprano permitió que tu paso fuese medido y tranquilo. O medido y pretendidamente tranquilo, para ser mas exactos. Sentías la boca seca, la garganta cerrada, te costaba tragar la poca saliva que tenías y tu corazón, acusando el temor que te invadía, palpitaba acelerado, casi irregularmente, poniéndote aún más nervioso.

Así llegaste a la entrada de “Beta 5”, ex estación “Libertad”; haría unos dos años que se las había renombrado a todas como parte del programa de renovación del lenguaje público, entonces se eligieron nombres neutros para evitar la representación de ideas incompatibles con el orden social. Atravesaste el control de pasaje sin contratiempos, pero al final del largo pasillo que desembocaba en el andén, sabías que estaban los guardias de “Seguridad Ciudadana”, esos que te clavaban la mirada sin pestañear, esperando descubrir alguna señal que les indicara que debían sospechar de vos, mientras se golpeaban suavemente las botas con el bastón, como indicando que siempre estaban en alerta para usarlo.

Pero pudiste mantener la calma de alguna manera y hasta sostuviste por unos segundos la mirada del guardia más próximo, aunque el corazón galopaba incontrolado dentro de tu pecho. El tren eléctrico se detuvo silencioso y abordaste el segundo vagón, te abriste paso entre la gente y te ubicaste de espaldas a la puerta opuesta, tal como se había pactado. Entonces empezaste a observar los rostros, las actitudes, los ademanes, tratando de descubrir a tu contacto, buscabas señales tal como hacían los guardias. Hasta te atemorizó la idea de parecérteles. ¡Báh! ¡Qué estupidez!  Confundir así las cosas...

Lo mejor era esperar. Si no te contactaban en ese viaje, esperarías nuevas instrucciones. Además las cámaras registraban los movimientos del pasaje y no valía la pena exponerse con actitudes sospechosas. Entró al vagón un vendedor ambulante ofreciendo unas golosinas baratas, esas de sabor dudoso para paladares sencillos. Vos lo observaste con indiferencia, seguramente te molestaban los discursos de los vendedores ferroviarios, sobre todo a la mañana.

Hasta que el hombre se detuvo frente a vos y notaste que te miró fijo ofreciéndote la golosina. ¡Era el contacto! Sin dudarlo sacaste la billetera, le pagaste y guardaste el pequeño envase en el bolsillo del impermeable. Ahora sí… ¡estabas aterrorizado! Inmediatamente te vino a la memoria la imagen del negro Guzmán siendo arrastrado por la calle ante la mirada impotente de sus hijos y la mirada curiosa y oculta de los vecinos tras las persianas. Los guardias lo subieron a empellones a un camión militar y no se lo volvió a ver nunca más. ¿Su crimen? Habló de más en la Administración de Asuntos Públicos, haciendo un estúpido trámite de rutina; se quejó de la burocracia estatal, dijo que maltrataban a la gente y que los funcionarios eran incompetentes puestos a dedo por el gobierno. Fue suficiente.

¿Y vos? Vos que siempre fuiste un mediocre, un pobre cagatintas de oficina, un cobarde sin remedio, ¡un cobarde tan miserable que no tuviste el suficiente coraje para romperle la cara al amante de tu mujer! Te dejaste humillar impunemente y te quedaste solo como un perro, tratando de entender qué rumbo había tomado tu vida. Y ahora estás metido en esto…

II

Los ojos del Alto Comisionado de Naciones Unidas se detuvieron en una gigantografía callejera; el rostro de un niño rubio sonriente, estirando los brazos hacia arriba y una leyenda que rezaba “Ciudad Babilonia: seguridad, orden, trabajo”. Pero la velocidad del auto blindado no le permitía apreciar detalles; dos policías motorizados adelante y dos atrás lo custodiaban al tiempo que abrían paso atronando la calle con sus sirenas. La seguridad era una buena excusa para mantenerlo casi aislado de la población y durante dos días sólo había mantenido reuniones con funcionarios del gobierno y con empresarios adictos al régimen. Recién ahora tendría oportunidad de escuchar la opinión de algunos sacerdotes católicos que hacían tareas sociales en barrios de emergencia, opinión a nivel individual, ya que institucionalmente, la Iglesia había demostrado sobradamente su adhesión a las ideas de “orden” del gobierno.

Era un hombre de unos 65 años o tal vez más, el rostro ajado y cansado, una barba cana le daba marco a un mentón anguloso y firme. Sorbió lentamente el mate hasta que un sonido sordo de burbujas indicó que se había terminado, volvió a llenarlo con agua caliente y se lo extendió al comisionado quien lo declinó amablemente con una sonrisa.

-       No padre, gracias. Intenté tomar mate una vez, pero es demasiado amargo para mí.
-       Entiendo, esto no es para paladares europeos – respondió el sacerdote con una sonrisa triste.
-       Bien, sabemos de su trabajo en las villas miseria, como les dicen ustedes. También estamos informados acerca de las actividades represivas del Estado. Tomaremos en cuenta su declaración y la de sus colaboradores, pero necesitamos documentación, pruebas irrefutables que pongan en evidencia ante la comunidad mundial las atrocidades que comete el gobierno contra la población civil.
-       Lo sé, señor. Tenemos esa documentación. Nos costó mucho dinero, hubo que sobornar a un funcionario del Ministerio del Orden Interno, que además estaba disconforme porque le negaron un ascenso. El problema es que fue descubierto y apresado; no necesito decirle que lo torturaron hasta que confesó todo y esa información ya condujo a los de inteligencia a dos de los nuestros. – la preocupación se reflejaba en el ceño permanentemente fruncido del cura – Estamos viviendo una situación crítica, casi terminal, Dios nos ampare... Por eso hemos tomado medidas de seguridad extremas e inusuales.
-       ¿Cuándo tendré los documentos, padre?
-       Hoy mismo. Como le dije, desarrollamos una compleja red de intermediarios hasta llegar al último eslabón, al mensajero que entregará una tarjeta micro SD con toda la información secreta del Ministerio.
-       Descarto que es un hombre confiable…

El religioso sonrió levemente y suspiró antes de responder.

-       Se trata de alguien completamente insospechado, un don nadie que jamás supo comprometerse con causa alguna; no tiene antecedentes ni actividades sociales que lo involucren en nada. Debe estar llegando en cualquier momento.

III

La muchedumbre te expulsó prácticamente del tren y te encaminaste rápido al ómnibus que te llevaría a destino, antes te detuviste en un puesto callejero y le compraste un encendedor descartable a un chico delgadito y morocho vestido con una camiseta de fútbol.
Seguías con la garganta cerrada, tus manos húmedas por un sudor frío, resbalaban del pasamanos del ómnibus, que velozmente esquivaba coches y peatones. Mientras tanto tu mente reproducía pensamientos atormentados de tu pasado, momentos dolorosos, sentimientos terribles de toda una vida inútil, sin pasión. Las lágrimas nublaron un cartel que prometía un futuro brillante para Ciudad Babilonia. Ya no importaba nada.
Bajaste en un barrio de casas bonitas, arbolado,  que jamás habías recorrido. Entonces notaste que te seguían. Una mujer regordeta y rubia pretendía mostrarse ajena a vos, pero te miró de reojo, cruzaron las miradas y de inmediato supo que la habías descubierto. Fuiste la carnada perfecta, lo habías logrado, te convertiste en un héroe anónimo, un héroe que tal vez en un futuro fuese reconocido. Tal vez… no importaba, habías hecho algo trascendente por los demás, por un mundo mejor, por una vida mejor, aunque vos no lo vieras nunca…
¿Qué mejor manera de terminar, de reivindicarte contigo mismo? Dos hombres se te acercan, pero ya no te preocupa lo que te pase. Una extraña sensación de serenidad se adueña de vos de repente, algo inexplicable. Y  entonces,  cuando ya casi estan encima tuyo, mordés la cápsula de cianuro y un sabor amargo te invade la boca y tras unos segundos, un sudor frío te cubre el cuerpo, mientras unas manos te sujetan los brazos bruscamente y la vista se te nubla y no podés distinguir los rostros de tus verdugos. Un viento fresco te acaricia la cara y sonreís, inexplicablemente… sonreís.

IV

Los policías motorizados montaban guardia en la puerta de la humilde capilla, fumando y contándose chistes verdes, uno más soez que el otro. La villa estaba tranquila, pero era una serenidad tensa, porque la presencia de los guardias hizo que los habitantes se refugiaran en la efímera seguridad de sus ranchitos.
La puerta de entrada crujió al abrirse. El alto comisionado y el sacerdote giraron sus cabezas hacia el sonido y se sorprendieron ante la vista de un chico. Era delgadito, morocho y vestía una camiseta de fútbol, su rostro tenso reflejaba temor, ansiedad, nerviosismo…  

-       Hijo, ¿quién sos? ¿En qué puedo ayudarte? – dijo el cura, buscando una explicación a esa presencia inesperada.
-       Padrecito. Dice el señor que no lo esperen, que no va a poder venir. Que le encontró sentido a su vida… Eso me pidió que le dijera, y que le diera esto…

Al tiempo que hablaba, el chico delgadito, morocho y vestido con una camiseta de fútbol, extendió el brazo, temeroso, dubitativo. En la mano tenía una barra de chocolate barato, una de esas golosinas para paladares sencillos.



Sergio Federico
Mayo de 2012